martes, 15 de marzo de 2011
Periodo de la historia de Roma caracterizado por el régimen republicano como forma de gobierno, que se extiende desde el 510 a.C., cuando se puso fin a la monarquía con la expulsión del último rey, Lucio Tarquino el Soberbio, hasta el 27 a.C., fecha en que tuvo su inicio el Imperio.

CONQUISTA DE LA PENÍNSULA ITÁLICA (510-264 A.C.)

En sustitución del rey, el conjunto de la ciudadanía elegía anualmente a dos magistrados, conocidos como cónsules. La participación dual en el ejercicio del poder supremo y la limitación a un año de permanencia en la magistratura evitaban el peligro de la autocracia. El carácter del Senado, fue modificado al poder ingresar en él los plebeyos, por lo que desde entonces la denominación oficial de los senadores fue la de patres conscripti (padres conscriptos). Inicialmente sólo los patricios podían ocupar las magistraturas, pero el descontento de la plebe originó una violenta lucha entre los dos grupos sociales y la progresiva desaparición de la discriminación social y política a la cual los plebeyos habían estado sometidos.
En el 494 a.C., la retirada al Aventino (una de las siete colinas de Roma) de los plebeyos, obligó a las clases patricias a conceder la institución de los tribunos de la plebe que eran elegidos anualmente por la Asamblea de la plebe como representantes de los plebeyos para la defensa de sus intereses. Tenían derecho a veto sobre los actos de los magistrados patricios y de hecho actuaban como dirigentes de la plebe en los conflictos con los patricios.
Estos cambios políticos dieron paso a una nueva aristocracia compuesta por patricios y plebeyos enriquecidos y propiciaron que el ingreso en el Senado fuera casi un privilegio hereditario de estas familias. El Senado se convirtió en un órgano fundamental de poder; declaraba la guerra y firmaba la paz, establecía alianzas con otros estados extranjeros, decidía la fundación de colonias y gestionaba las finanzas públicas.
Roma aplicó durante este periodo una política exterior expansionista. Antes de la disolución de la monarquía, Roma ya era la potencia hegemónica en el Lacio. Ayudados por sus aliados, los romanos lucharon contra etruscos, volscos y ecuos.
La conquista de la ciudad etrusca de Veyes señaló el inicio de la decadencia de la civilización etrusca. Otras ciudades etruscas se apresuraron a firmar la paz, y a mediados del siglo IV a.C. se habían establecido guarniciones romanas en el sur de Etruria en las que se asentaron un gran número de colonos romanos. Las poderosas coaliciones formadas por etruscos, umbros y galos en el norte, y por lucanos y samnitas en el sur, amenazaron el poder de Roma hasta que fueron derrotadas, primero la confederación del norte y poco después la del sur.
En el 264 a.C. Roma comenzó su lucha con Cartago por el control del mar Mediterráneo. Cartago era en esta época la potencia marítima hegemónica en el mundo y dominaba de forma absoluta el Mediterráneo central y occidental en tanto que Roma centraba su predominio en la península Itálica.

Las Guerras Púnicas y Macedónicas

La primera (264-241 a.C.) de las Guerras Púnicas tuvo como causa principal la posesión de Sicilia y supuso el nacimiento de Roma como una gran potencia naval.
Tras una serie de derrotas en el mar, los romanos obtuvieron una gran victoria naval el año 242 a.C. en las islas Égates, al oeste de Sicilia. La guerra acabó en el 241 a.C. con la cesión a Roma de la zona cartaginesa de Sicilia que se convirtió en una provincia romana, la primera posesión exterior de Roma. Poco después, Cerdeña y Córcega fueron arrebatadas a Cartago y anexionadas como provincias.
La segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.) comenzó al invadir Aníbal la península Itálica tras partir desde sus campamentos de la península Ibérica y cruzar los Alpes con elefantes. Derrotó a los romanos en sucesivas batallas y asoló gran parte del sur de Italia durante varios años, pero tuvo que regresar a África para enfrentarse con Publio Cornelio Escipión el Africano, que había invadido Cartago y que obtuvo una victoria decisiva sobre Aníbal en la batalla de Zama (202 a.C.). A consecuencia de esta batalla Cartago tuvo que entregar su flota, ceder Hispania y sus posesiones en las islas del Mediterráneo a Roma y pagar una enorme indemnización. Desde este momento Roma obtuvo el control completo del Mediterráneo occidental.
El trato que los romanos dieron a las comunidades itálicas bajo su dominio se hizo más severo, al tiempo que las ciudades griegas del sur de Italia, que habían apoyado a Aníbal, se convirtieron en colonias romanas. Roma continuó extendiendo su poder hacia el norte aunque se les negó la ciudadanía romana. Córcega y Cerdeña fueron sometidas e Hispania fue ocupada militarmente, práctica que originó los primeros ejércitos romanos permanentes.
Durante los siglos III y II a.C. Roma hubo de enfrentarse a Macedonia por el dominio del mar Egeo en las denominadas Guerras Macedónicas. Las tropas macedónicas estuvieron dirigidas durante las dos primeras guerras por Filipo V, que resultó finalmente derrotado. El hijo y sucesor de Filipo, Perseo (c. 212-166 a.C.), continuó la resistencia contra los romanos, lo que condujo al estallido de la tercera Guerra Macedónica.
Roma reemprendió la lucha contra los cartagineses en la tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.), que finalizó cuando Publio Cornelio Escipión Emiliano conquistó y destruyó Cartago, que a partir de entonces formó parte de la provincia romana de África.
Roma había creado, en 131 años, un imperio (administrado todavía bajo una forma republicana) que dominaba el Mediterráneo desde Siria hasta Hispania. Como resultado de esas conquistas los romanos entraron en contacto con el mundo griego, primero en el sur de Italia y Sicilia y más tarde en el este, adoptando gran parte de su cultura, arte, literatura, filosofía y religión.

CONFLICTOS INTERNOS

Con la adquisición de tan vastos territorios comenzaron los problemas internos de Roma. Algunas familias plebeyas extremadamente ricas se aliaron con las viejas familias patricias para excluir al resto de ciudadanos de las más altas magistraturas y del Senado. Esto condujo al desarrollo de un proletariado urbano cuya opinión política no se tenia en consideración.
Las comunidades itálicas aliadas con Roma sintieron que sus cargas aumentaban en tanto que sus privilegios disminuían y exigieron compartir con Roma los beneficios derivados de las conquistas, a las que habían contribuido.  Tras la denominada Guerra Social los pueblos itálicos (principalmente marsos y samnitas) fueron finalmente derrotados, pero consiguieron la plena ciudadanía romana.
Durante la guerra con Mitrídates VI Eupátor, rey del Ponto, estalló el conflicto entre Cayo Mario, portavoz del partido popular, y Lucio Cornelio Sila, dirigente del partido aristocrático a causa de quién debería dirigir la expedición militar. Sila marchó sobre Roma con las tropas que había mandado durante la Guerra Social y por vez primera las legiones romanas entraron en la ciudad. La posterior huida de Mario y la ejecución del tribuno Publio Sulpicio Rufo dejaron vía libre a Sila para imponer medidas arbitrarias y pudo dirigirse contra Mitrídates
En ausencia de Sila, Lucio Cornelio Cinna, líder del partido popular y encarnizado opositor de aquél, quiso introducir las reformas pero fue expulsado de Roma; reunió en torno suyo las legiones en la región de Campania y junto a Mario (que había regresado de África) entró en Roma.
Cinna permaneció en el poder hasta que Sila regresó de Asia Menor con 40.000 hombres, marchó hacia Roma y derrotó al partido popular. En adelante, la constitución republicana estuvo a merced de quien tuviera el apoyo militar más fuerte.
La rica economía agrícola de Roma decayó y la ciudad tuvo que importar gran parte de sus víveres, especialmente de África que se convirtió en el mayor suministrador de cereales para Roma.

LA ASCENSIÓN DE CÉSAR

En el año 67 a.C. Cneo Pompeyo Magno, político y militar romano que había luchado contra los partidarios de Mario en África, Sicilia e Hispania, acabó con la piratería en el Mediterráneo y fue el encargado de dirigir la guerra contra Mitrídates. Mientras tanto, su rival Cayo Julio César, aprovechándose de su ausencia, adquirió gran prestigio como líder del partido popular al reivindicar la rehabilitación de los injuriados nombres de Mario y Cinna, rogando clemencia para sus hijos y llevando ante la justicia a los corruptos seguidores de Sila.
Pompeyo regresó victorioso de Oriente, demandó al Senado que ratificara las medidas que él había adoptado en Asia Menor y concedió tierras a sus veteranos. Sus peticiones encontraron fuerte oposición hasta que César optó por la reconciliación; Pompeyo, Craso y César constituyeron el denominado primer triunvirato en el año 60 a.C. El triunvirato logró obtener el consulado para César y satisfacer las demandas de Pompeyo.
En el 55 a.C. los triunviros renovaron su alianza y César prorrogó su mando en la Galia durante cinco años más. Pompeyo y Craso fueron elegidos cónsules y al año siguiente Pompeyo recibió el mando de las dos provincias de Hispania y Craso el de Siria. La muerte de éste último originó el conflicto entre César y Pompeyo. Roma cayó en un periodo de desórdenes hasta que el Senado indujo a Pompeyo a que permaneciera en Roma, confiando su provincia a legados; le nombró único cónsul y le apoyó en su lucha contra César.
El Senado, con el propósito de evitar que César se presentara como candidato al consulado en el, le exigió que abandonara su mando militar. César se negó y tomó Roma, obligando a Pompeyo y los líderes aristocráticos a retirarse a Grecia. César continuó la guerra contra Pompeyo, derrotando a sus ejércitos en Hispania. Tras su victoria César regresó a Roma como dictador vitalicio. Pompeyo fue asesinado poco después en Egipto.  César se granjeó la enemistad de la aristocracia al ignorar las tradiciones republicanas y fue asesinado.
Marco Antonio, que había sido nombrado cónsul con César, se unió con Marco Emilio Lépido y el hijo de una sobrina de César, Octavio (más tarde el emperador Augusto), para formar el segundo triunvirato. Los tres se repartieron el control de los territorios pertenecientes a Roma: Octavio se quedó con Italia y Occidente, Marco Antonio con el Oriente y Lépido con África.
Poco después de asumir el control de su zona oriental, Marco Antonio, rendido ante los encantos de la reina de Egipto Cleopatra VII, planeó crear con ella un imperio oriental independiente. Lépido, llamado a Sicilia por Octavio para que le ayudara en la guerra contra Sexto Pompeyo, intentó conquistar Sicilia para sí mismo, por lo que fue privado de su provincia y apartado del triunvirato.
La muerte de Sexto Pompeyo, tras la destrucción de su flota, dejó a Octavio —que había reforzado su posición en Occidente— solo frente a Marco Antonio como rival. Tras la batalla de Accio  y el posterior suicidio de Marco Antonio y Cleopatra, Octavio obtuvo el control de Oriente (29 a.C.), con lo cual pasó a poseer la total supremacía sobre el territorio de Roma.

0 comentarios:

Seguidores

Pasajeros

Con la tecnología de Blogger.