viernes, 18 de marzo de 2011


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martes, 15 de marzo de 2011
Periodo de la historia de Roma caracterizado por un régimen político dominado por un emperador, que comprende desde el momento en que Octavio recibió el título de augusto (27 a.C.) hasta la disolución del Imperio romano de Occidente (476 d.C.).

AUGUSTO Y LA DINASTÍA JULIA-CLAUDIA

El Imperio sucedió a la República de Roma y Augusto, como princeps (primer ciudadano) mantuvo la constitución republicana hasta el año 23 a.C. en que el poder tribunicio y el imperium militar (o mando supremo) fueron revestidos con la autoridad real. El Senado conservó el control de Roma, la península Itálica y las provincias más romanizadas y pacíficas.
Augusto introdujo numerosas reformas sociales, entre ellas las que pretendían restaurar las tradiciones morales del pueblo romano y la integridad del matrimonio; intentó combatir las costumbres licenciosas de la época y recuperar los antiguos festivales religiosos. Embelleció Roma con templos y basílicas.
Con el establecimiento de un sistema de gobierno imperial, la historia de Roma se identificó en gran medida con los reinados de cada uno de los emperadores. El emperador Tiberio, sucesor de su padrastro Augusto desde el 14 d.C., competente gestor, fue objeto del descontento y de la sospecha general; apoyándose en el poder militar, mantuvo en Roma a su Guardia Pretoriana (las únicas tropas permitidas en la capital), siempre prestas a su llamada. Fue sucedido por el tiránico y mentalmente inestable Calígula (37-41). A su muerte el título imperial pasó a Claudio I, cuyo mandato contempló la conquista de Britania y continuó las obras públicas y las reformas administrativas iniciadas por César y Augusto. Su hijo adoptivo Nerón inició su gobierno bajo el sabio consejo y asesoramiento del filósofo Séneca y de Sexto Afranio Burro, prefecto de la Guardia Pretoriana; sin embargo, sus posteriores excesos de poder le condujeron a su derrocamiento y suicidio en el 68 d.C., lo que supuso el fin de la dinastía Julia-Claudia.

DINASTÍAS DEL LOS FLAVIOS Y LOS ANTONINOS (69-192)

Vespasiano, que junto a sus hijos, los emperadores Tito y Domiciano, constituyen la dinastía de los Flavios (69-96). Resucitaron la sencillez de la corte en los comienzos del Imperio e intentaron restaurar la autoridad del Senado y promover el bienestar del pueblo. Fue durante el reinado de Tito cuando se produjo la erupción del Vesubio que devastó la zona al sur de Nápoles donde se encontraban las ciudades de Herculano y Pompeya. Aunque la literatura floreció durante el reinado de Domiciano, éste se convirtió en sus últimos años en una persona cruel y un gobernante tiránico. Este periodo de terror sólo acabó con su asesinato.
Marco Coceyo Nerva (96-98) fue el primero de los denominados ‘cinco buenos emperadores’ junto a Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio
Trajano llevó a cabo una campaña contra los dacios, armenios y partos, permitiendo que el Imperio alcanzara su mayor extensión territorial; también destacó por su excelente administración
Adriano consolidó el resto del Imperio y estabilizó sus fronteras.          El reinado de su sucesor, Antonino Pío se caracterizó igualmente por el orden y la paz. Marco Aurelio fue sucedido por su disoluto hijo Lucio Aurelio Cómodo, considerado como uno de los más sanguinarios y licenciosos tiranos de la historia. Fue asesinado en el 192 y con él finalizó la dinastía de los Antoninos (96-192).

DECADENCIA Y CAÍDA DEL IMPERIO

Lucio Septimio Severo (193-211), primer emperador de la breve dinastía de los Severos. Caracalla otorgó en el año 212 la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio romano a fin de poder grabarlos con los impuestos a los que sólo estaban sometidos los ciudadanos. Severo Alejandro destacó por su justicia y sabiduría.
El periodo posterior a la muerte de Severo Alejandro (235) fue de gran confusión. De los 12 emperadores que gobernaron en los 33 años siguientes, casi todos murieron violentamente, por lo general a manos del Ejército, quien también los había entronizado.
Los emperadores ilirios, nativos de Dalmacia, lograron que se desarrollara un periodo breve de paz y prosperidad. Esta nueva dinastía incluyó a Claudio II el Gótico, que rechazó a los godos, y Aureliano, quien entre el 270 y el 275 derrotó a los godos restaurando la unidad del Imperio durante algún tiempo. A Aureliano le siguieron una serie de emperadores relativamente insignificantes hasta el ascenso al trono en el año 284 de Diocleciano.
Gobernante capaz, Diocleciano llevó a cabo un buen número de reformas sociales, económicas y políticas: eliminó los privilegios económicos y políticos que habían disfrutado Roma e Italia a costa de las provincias, intentó regular la creciente inflación mediante el control de los precios de los alimentos y de otros productos básicos, así como del salario máximo de los trabajadores, instituyó un nuevo sistema de gobierno en el cual él y Aurelio Valerio Maximiano compartieron el título de augusto, a fin de establecer una administración más uniforme en todo el Imperio. Sus poderes fueron reforzados por el nombramiento de dos césares, Galerio y Constancio, instaurando así el régimen de tetrarquía (dos augustos y dos césares)
Diocleciano y Maximiano abdicaron en el 305 y dejaron a los dos nuevos césares inmersos en una guerra civil, que no acabó hasta la ascensión del hijo de Constancio: Constantino I el Grande en el 312. Constantino, que había sido con anterioridad césar en Britania derrotó a sus rivales en la lucha por el poder y reunificó el Imperio de Occidente bajo su mando. Tras derrotar en el 324 a Licinio, emperador de Oriente, Constantino quedó como único gobernante del mundo romano. Se convirtió al cristianismo que se convirtió en la religión oficial del Imperio.
Constantino estableció la capital en Bizancio, ciudad reconstruida en el 330 y rebautizada con el nombre de Constantinopla (actual Estambul). La muerte de Constantino (337) marcó el inicio de la guerra civil entre los césares rivales, que continuó hasta que su único hijo vivo, Constancio II reunificó el Imperio bajo su mando en el 351.
A continuación el Imperio volvió a escindirse, aunque bajo el reinado de Teodosio I estuvo unido por última vez tras la muerte del emperador de Occidente Valentiniano II. Cuando falleció Teodosio (395), sus dos hijos se repartieron el Imperio: Arcadio se convirtió en emperador de Oriente (395-408) y Flavio Honorio en emperador de Occidente (395-423).
En el siglo V las provincias del Imperio romano de Occidente se empobrecieron por los impuestos exigidos para el mantenimiento del Ejército y de la burocracia; también a causa de la guerra civil y de las invasiones de los pueblos germanos.
A finales del siglo IV Alarico I, rey de los visigodos, ocupó Iliria y arrasó Grecia; en el 410 conquistó y saqueó Roma, pero murió poco después. En el 419 el rey visigodo Valia recibió autorización del emperador Flavio Honorio para asentarse en el suroeste de la Galia, donde fundó un reino visigodo. Durante el reinado de su sucesor, Valentiniano III, los vándalos, bajo el mando de Genserico conquistaron Cartago, mientras que la Galia e Italia eran invadidas por los hunos, encabezados por Atila. Éste marchó primero sobre la Galia pero los visigodos, ya cristianizados y leales a Roma, le hicieron frente. En el año 451 un ejército de romanos y visigodos, mandado por Flavio Aecio, derrotó a los hunos en la batalla de los Campos Cataláunicos.
Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente, fue depuesto por el jefe de los hérulos Odoacro, a quien sus tropas proclamaron rey de Italia en el año 476. El Imperio de Oriente, también llamado Imperio bizantino, perduraría hasta 1453.
Periodo de la historia de Roma, transcurrido desde aproximadamente el 753 hasta el 510 a.C., para cuyo estudio confluyen numerosas leyendas e historias simbólicas, y sobre el cual los historiadores crearon relatos incompletos respecto de su origen y evolución. Con frecuencia, se ha contrastado la decadencia que supuso la época monárquica con el idealismo acuñado sobre el periodo que continuó a ésta, la República de Roma.

ORÍGENES LEGENDARIOS DE ROMA

Según la leyenda, Roma fue fundada en el 753 a.C. por Rómulo y Remo, los hermanos gemelos hijos de Rea Silvia, una virgen vestal hija de Numitor, rey de la cercana Alba Longa (en el antiguo Lacio).
Una tradición más antigua remonta la ascendencia de los romanos a los troyanos y a su líder Eneas, cuyo hijo Ascanio o Julo fue el fundador y primer rey de Alba Longa. Los relatos sobre el reinado de Rómulo destacan el rapto de las sabinas y la guerra contra los sabinos, y señalan también la unión de los pueblos latino y sabino. La referencia a los tres pueblos en la leyenda de Rómulo (ramnes o ramneses; titios, equiparados a los sabinos; y lúceres, los etruscos), que formaban parte de un nuevo Estado, sugiere que Roma fue creada por una amalgama de latinos, sabinos y etruscos.

LOS REYES DE ROMA

Los siete reyes del periodo monárquico y las fechas que tradicionalmente se le asignan son: Rómulo (753-715 a.C.); Numa Pompilio (715-676 o 672 a.C.), a quien se le atribuyó la introducción de muchas costumbres religiosas; Tulio Hostilio (673-641 a.C.), un rey belicoso que destruyó Alba Longa y luchó contra los sabinos; Anco Marcio (c. 641-616 a.C.), de quien se dice que construyó el puerto de Ostia y que capturó muchas ciudades latinas, transfiriendo sus habitantes a Roma; Lucio Tarquino Prisco (616-578 a.C.), célebre tanto por sus hazañas militares contra los pueblos vecinos como por la construcción de edificios públicos en Roma; Servio Tulio (578-534 a.C.), famoso por su nueva constitución y por ensanchar los límites de la ciudad; y Lucio Tarquino el Soberbio (534-510 a.C.), el séptimo y último rey, derrocado cuando su hijo violó a Lucrecia, esposa de un pariente. Tarquino fue desterrado y los intentos de las ciudades etruscas o latinas de restituirlo en el trono de Roma no tuvieron éxito.

LA ORGANIZACIÓN DE LA MONARQUÍA ROMANA

Existen pruebas sólidas de la existencia de una antigua monarquía, del crecimiento de Roma y sus luchas con los pueblos vecinos, de la conquista etrusca de Roma y del establecimiento de una dinastía de príncipes etruscos, simbolizada por el mandato de los Tarquinos, de su derrocamiento y de la abolición de la monarquía. También es probable la existencia de cierta organización social y política, como la división de los habitantes en dos clases: de un lado, los patricios, los cuales poseían derechos políticos y formaban el populus o pueblo, y sus subordinados, conocidos como clientes; y, de otro, la plebe, que en un principio no tenía categoría política. Al rey, que ocupaba el cargo de por vida, lo elegía de entre los patricios el Senado (Senatus) o Consejo de Ancianos (patres). El rey era responsable de convocar al populus a la guerra y de dirigir al Ejército en la batalla. En los desfiles era precedido por los funcionarios, conocidos como lictores, que portaban las fasces, símbolo del poder y del castigo. También era el juez supremo en todos los pleitos civiles y penales. El Senado sólo daba su consejo cuando el rey decidía consultarlo, aunque sus miembros poseían gran autoridad moral, ya que sus cargos también eran vitalicios. En un principio sólo los patricios podían llevar armas en defensa del Estado. Parece que hubo una importante reforma militar, conocida como reforma Servia, todos los propietarios, tanto los patricios como los plebeyos, estaban obligados a servir en el Ejército, donde se les designaba un rango de acuerdo con su riqueza. Este plan, aunque al principio servía a un propósito puramente militar, preparó el terreno para la gran lucha política entre patricios y plebeyos que tuvo lugar durante los primeros siglos de la República romana.
Periodo de la historia de Roma caracterizado por el régimen republicano como forma de gobierno, que se extiende desde el 510 a.C., cuando se puso fin a la monarquía con la expulsión del último rey, Lucio Tarquino el Soberbio, hasta el 27 a.C., fecha en que tuvo su inicio el Imperio.

CONQUISTA DE LA PENÍNSULA ITÁLICA (510-264 A.C.)

En sustitución del rey, el conjunto de la ciudadanía elegía anualmente a dos magistrados, conocidos como cónsules. La participación dual en el ejercicio del poder supremo y la limitación a un año de permanencia en la magistratura evitaban el peligro de la autocracia. El carácter del Senado, fue modificado al poder ingresar en él los plebeyos, por lo que desde entonces la denominación oficial de los senadores fue la de patres conscripti (padres conscriptos). Inicialmente sólo los patricios podían ocupar las magistraturas, pero el descontento de la plebe originó una violenta lucha entre los dos grupos sociales y la progresiva desaparición de la discriminación social y política a la cual los plebeyos habían estado sometidos.
En el 494 a.C., la retirada al Aventino (una de las siete colinas de Roma) de los plebeyos, obligó a las clases patricias a conceder la institución de los tribunos de la plebe que eran elegidos anualmente por la Asamblea de la plebe como representantes de los plebeyos para la defensa de sus intereses. Tenían derecho a veto sobre los actos de los magistrados patricios y de hecho actuaban como dirigentes de la plebe en los conflictos con los patricios.
Estos cambios políticos dieron paso a una nueva aristocracia compuesta por patricios y plebeyos enriquecidos y propiciaron que el ingreso en el Senado fuera casi un privilegio hereditario de estas familias. El Senado se convirtió en un órgano fundamental de poder; declaraba la guerra y firmaba la paz, establecía alianzas con otros estados extranjeros, decidía la fundación de colonias y gestionaba las finanzas públicas.
Roma aplicó durante este periodo una política exterior expansionista. Antes de la disolución de la monarquía, Roma ya era la potencia hegemónica en el Lacio. Ayudados por sus aliados, los romanos lucharon contra etruscos, volscos y ecuos.
La conquista de la ciudad etrusca de Veyes señaló el inicio de la decadencia de la civilización etrusca. Otras ciudades etruscas se apresuraron a firmar la paz, y a mediados del siglo IV a.C. se habían establecido guarniciones romanas en el sur de Etruria en las que se asentaron un gran número de colonos romanos. Las poderosas coaliciones formadas por etruscos, umbros y galos en el norte, y por lucanos y samnitas en el sur, amenazaron el poder de Roma hasta que fueron derrotadas, primero la confederación del norte y poco después la del sur.
En el 264 a.C. Roma comenzó su lucha con Cartago por el control del mar Mediterráneo. Cartago era en esta época la potencia marítima hegemónica en el mundo y dominaba de forma absoluta el Mediterráneo central y occidental en tanto que Roma centraba su predominio en la península Itálica.

Las Guerras Púnicas y Macedónicas

La primera (264-241 a.C.) de las Guerras Púnicas tuvo como causa principal la posesión de Sicilia y supuso el nacimiento de Roma como una gran potencia naval.
Tras una serie de derrotas en el mar, los romanos obtuvieron una gran victoria naval el año 242 a.C. en las islas Égates, al oeste de Sicilia. La guerra acabó en el 241 a.C. con la cesión a Roma de la zona cartaginesa de Sicilia que se convirtió en una provincia romana, la primera posesión exterior de Roma. Poco después, Cerdeña y Córcega fueron arrebatadas a Cartago y anexionadas como provincias.
La segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.) comenzó al invadir Aníbal la península Itálica tras partir desde sus campamentos de la península Ibérica y cruzar los Alpes con elefantes. Derrotó a los romanos en sucesivas batallas y asoló gran parte del sur de Italia durante varios años, pero tuvo que regresar a África para enfrentarse con Publio Cornelio Escipión el Africano, que había invadido Cartago y que obtuvo una victoria decisiva sobre Aníbal en la batalla de Zama (202 a.C.). A consecuencia de esta batalla Cartago tuvo que entregar su flota, ceder Hispania y sus posesiones en las islas del Mediterráneo a Roma y pagar una enorme indemnización. Desde este momento Roma obtuvo el control completo del Mediterráneo occidental.
El trato que los romanos dieron a las comunidades itálicas bajo su dominio se hizo más severo, al tiempo que las ciudades griegas del sur de Italia, que habían apoyado a Aníbal, se convirtieron en colonias romanas. Roma continuó extendiendo su poder hacia el norte aunque se les negó la ciudadanía romana. Córcega y Cerdeña fueron sometidas e Hispania fue ocupada militarmente, práctica que originó los primeros ejércitos romanos permanentes.
Durante los siglos III y II a.C. Roma hubo de enfrentarse a Macedonia por el dominio del mar Egeo en las denominadas Guerras Macedónicas. Las tropas macedónicas estuvieron dirigidas durante las dos primeras guerras por Filipo V, que resultó finalmente derrotado. El hijo y sucesor de Filipo, Perseo (c. 212-166 a.C.), continuó la resistencia contra los romanos, lo que condujo al estallido de la tercera Guerra Macedónica.
Roma reemprendió la lucha contra los cartagineses en la tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.), que finalizó cuando Publio Cornelio Escipión Emiliano conquistó y destruyó Cartago, que a partir de entonces formó parte de la provincia romana de África.
Roma había creado, en 131 años, un imperio (administrado todavía bajo una forma republicana) que dominaba el Mediterráneo desde Siria hasta Hispania. Como resultado de esas conquistas los romanos entraron en contacto con el mundo griego, primero en el sur de Italia y Sicilia y más tarde en el este, adoptando gran parte de su cultura, arte, literatura, filosofía y religión.

CONFLICTOS INTERNOS

Con la adquisición de tan vastos territorios comenzaron los problemas internos de Roma. Algunas familias plebeyas extremadamente ricas se aliaron con las viejas familias patricias para excluir al resto de ciudadanos de las más altas magistraturas y del Senado. Esto condujo al desarrollo de un proletariado urbano cuya opinión política no se tenia en consideración.
Las comunidades itálicas aliadas con Roma sintieron que sus cargas aumentaban en tanto que sus privilegios disminuían y exigieron compartir con Roma los beneficios derivados de las conquistas, a las que habían contribuido.  Tras la denominada Guerra Social los pueblos itálicos (principalmente marsos y samnitas) fueron finalmente derrotados, pero consiguieron la plena ciudadanía romana.
Durante la guerra con Mitrídates VI Eupátor, rey del Ponto, estalló el conflicto entre Cayo Mario, portavoz del partido popular, y Lucio Cornelio Sila, dirigente del partido aristocrático a causa de quién debería dirigir la expedición militar. Sila marchó sobre Roma con las tropas que había mandado durante la Guerra Social y por vez primera las legiones romanas entraron en la ciudad. La posterior huida de Mario y la ejecución del tribuno Publio Sulpicio Rufo dejaron vía libre a Sila para imponer medidas arbitrarias y pudo dirigirse contra Mitrídates
En ausencia de Sila, Lucio Cornelio Cinna, líder del partido popular y encarnizado opositor de aquél, quiso introducir las reformas pero fue expulsado de Roma; reunió en torno suyo las legiones en la región de Campania y junto a Mario (que había regresado de África) entró en Roma.
Cinna permaneció en el poder hasta que Sila regresó de Asia Menor con 40.000 hombres, marchó hacia Roma y derrotó al partido popular. En adelante, la constitución republicana estuvo a merced de quien tuviera el apoyo militar más fuerte.
La rica economía agrícola de Roma decayó y la ciudad tuvo que importar gran parte de sus víveres, especialmente de África que se convirtió en el mayor suministrador de cereales para Roma.

LA ASCENSIÓN DE CÉSAR

En el año 67 a.C. Cneo Pompeyo Magno, político y militar romano que había luchado contra los partidarios de Mario en África, Sicilia e Hispania, acabó con la piratería en el Mediterráneo y fue el encargado de dirigir la guerra contra Mitrídates. Mientras tanto, su rival Cayo Julio César, aprovechándose de su ausencia, adquirió gran prestigio como líder del partido popular al reivindicar la rehabilitación de los injuriados nombres de Mario y Cinna, rogando clemencia para sus hijos y llevando ante la justicia a los corruptos seguidores de Sila.
Pompeyo regresó victorioso de Oriente, demandó al Senado que ratificara las medidas que él había adoptado en Asia Menor y concedió tierras a sus veteranos. Sus peticiones encontraron fuerte oposición hasta que César optó por la reconciliación; Pompeyo, Craso y César constituyeron el denominado primer triunvirato en el año 60 a.C. El triunvirato logró obtener el consulado para César y satisfacer las demandas de Pompeyo.
En el 55 a.C. los triunviros renovaron su alianza y César prorrogó su mando en la Galia durante cinco años más. Pompeyo y Craso fueron elegidos cónsules y al año siguiente Pompeyo recibió el mando de las dos provincias de Hispania y Craso el de Siria. La muerte de éste último originó el conflicto entre César y Pompeyo. Roma cayó en un periodo de desórdenes hasta que el Senado indujo a Pompeyo a que permaneciera en Roma, confiando su provincia a legados; le nombró único cónsul y le apoyó en su lucha contra César.
El Senado, con el propósito de evitar que César se presentara como candidato al consulado en el, le exigió que abandonara su mando militar. César se negó y tomó Roma, obligando a Pompeyo y los líderes aristocráticos a retirarse a Grecia. César continuó la guerra contra Pompeyo, derrotando a sus ejércitos en Hispania. Tras su victoria César regresó a Roma como dictador vitalicio. Pompeyo fue asesinado poco después en Egipto.  César se granjeó la enemistad de la aristocracia al ignorar las tradiciones republicanas y fue asesinado.
Marco Antonio, que había sido nombrado cónsul con César, se unió con Marco Emilio Lépido y el hijo de una sobrina de César, Octavio (más tarde el emperador Augusto), para formar el segundo triunvirato. Los tres se repartieron el control de los territorios pertenecientes a Roma: Octavio se quedó con Italia y Occidente, Marco Antonio con el Oriente y Lépido con África.
Poco después de asumir el control de su zona oriental, Marco Antonio, rendido ante los encantos de la reina de Egipto Cleopatra VII, planeó crear con ella un imperio oriental independiente. Lépido, llamado a Sicilia por Octavio para que le ayudara en la guerra contra Sexto Pompeyo, intentó conquistar Sicilia para sí mismo, por lo que fue privado de su provincia y apartado del triunvirato.
La muerte de Sexto Pompeyo, tras la destrucción de su flota, dejó a Octavio —que había reforzado su posición en Occidente— solo frente a Marco Antonio como rival. Tras la batalla de Accio  y el posterior suicidio de Marco Antonio y Cleopatra, Octavio obtuvo el control de Oriente (29 a.C.), con lo cual pasó a poseer la total supremacía sobre el territorio de Roma.

Grecia antigua

En el último periodo de la edad del bronce en Grecia (1500-1200 a.C.), el continente fue absorbiendo paulatinamente la civilización cretense. Hacia el 1400 a.C., los aqueos conquistaron y controlaron las islas y poco después también dominaron el continente, en especial la región de Micenas. Debido a las exhaustivas investigaciones de sus ruinas, la ciudad da su nombre a los antecesores aqueos, aunque también destacaron en importancia otras ciudades-estado. La guerra de Troya, descrita por Homero en la Iliada, comenzó alrededor del 1200 a.C. y probablemente fue uno de los conflictos bélicos que tuvieron lugar entre los siglos XIII y XII a.C. Puede que tuviera relación con la última y más importante invasión del norte, que ocurrió en aquel tiempo e introdujo la edad del hierro en Grecia. Los dorios abandonaron las montañas del Epiro y descendieron al Peloponeso y a Creta, utilizando armas de hierro para conquistar y expulsar a los anteriores habitantes de estas regiones. Los dorios derrocaron a los monarcas aqueos y se asentaron sobre todo en las regiones meridionales y orientales de la península. Esparta y Corinto se transformaron en las principales ciudades dóricas. Muchos aqueos buscaron refugio al norte del Peloponeso, zona que más tarde se llamó Aquea. Otros resistieron duramente a los dorios, y tras ser sometidos, fueron reducidos a servidumbre y denominados ‘ilotas’. Los que lograron huir se refugiaron en el Peloponeso, se reunieron con sus parientes en Ática y en la isla de Eubea, pero después emigraron al igual que los eolios a las costas de Asia Menor. En los siglos posteriores al 1200 a.C. la progresiva colonización de las costas de Asia Menor, primero por los refugiados procedentes de zonas ocupadas por los dorios y más tarde por los mismos dorios, convirtieron la región en parte política y cultural de Grecia. Por cada una de las tres divisiones étnicas griegas se creó una gran confederación. La parte norte de la costa de Asia Menor y la isla de Lesbos formaban la Confederación Eólica. La Confederación Jónica ocupaba el distrito medio, llamado Jonia, y las islas de Quíos y Samos. Al sur de las islas de Rodas y Cos se estableció una Confederación Dórica. Varios siglos después (750-550 a.C.), el rápido aumento de la población, la escasez de alimentos, el florecimiento de la artesanía y el comercio y otros factores conllevaron una nueva oleada colonizadora. Se fundaron colonias en lugares tan lejanos como la costa oriental del mar Negro y Massilia (actual Marsella, Francia), y tuvieron lugar asentamientos en Sicilia y la parte meridional de la península Itálica. Esta última tenía tal densidad de población griega que se la conocía como la Magna Graecia.


Periodo helénico

Una vez finalizadas las grandes migraciones al Egeo, los griegos desarrollaron una orgullosa conciencia racial. Se llamaban a sí mismos ‘helenos’, nombre derivado, según Homero, de una pequeña tribu del sur de Tesalia. El término griegos, empleado por posteriores pueblos extranjeros, provenía nominalmente de Grecia, nombre en latín de una pequeña tribu helénica del Epiro con la que los romanos tuvieron contactos. Al margen de la mitología, que era la base de una compleja religión, los helenos desarrollaron una genealogía que remontaba sus orígenes a héroes con carácter semidivino.

A pesar de que los pequeños estados helénicos mantenían su autonomía, seguían un desarrollo similar en su evolución política. En el periodo pre-helénico los jefes de las tribus invasoras se proclamaron monarcas de los territorios conquistados. Entre el 800 y el 650 a.C. estas monarquías se fueron sustituyendo por oligarquías de aristócratas, ya que las familias nobles compraban las tierras y éstas eran la base de todo su poder y riqueza. Cerca del año 650 a.C., muchas de estas oligarquías helénicas fueron sustituidas por plebeyos enriquecidos o aristócratas desafectos, llamados tiranos. La aparición de las tiranías se debió sobre todo a un factor económico. El descontento popular surgido frente a las aristocracias se había convertido en un importante factor político a causa del aumento de la esclavitud de los campesinos sin tierras; la colonización y comercio en los siglos VIII y VII a.C. aceleró el desarrollo de una próspera clase de comerciantes, que supieron aprovecharse del gran descontento para reclamar el reparto del poder con los aristócratas de las ciudades-estado.


Las tiranías

La era de los tiranos griegos (650-500 a.C.) destaca por los avances logrados en la civilización helénica. El título de tirano implicaba el acceso ilegal al poder, no el abuso del mismo. En general, tiranos como Periandro de Corinto, Gelón de Siracusa y Polícrates de Samos (reinó entre 535 a.C.-522 a.C.) fueron gobernantes sabios y populares. El comercio y la artesanía prosperaron. Con el nacimiento de la fuerza política y económica llegó el florecimiento de la cultura helénica, de un modo especial en Jonia, donde empezaba a surgir la filosofía griega con Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes. El desarrollo de objetivos culturales comunes a todas las ciudades helénicas fue uno de los factores que dieron cierta cohesión a la antigua Grecia a pesar de la división política existente. En este sentido contribuyó la lengua griega, cuyos muchos dialectos se entendían en cualquier parte del país o en cualquier colonia. El tercer aspecto a tener en cuenta fue la religión griega que todos los helenos compartían: el santuario de Delfos fue el mayor y más respetado. En torno a la religión, los griegos también tenían cuatro festivales nacionales, llamados juegos (los olímpicos, los ístmicos, los pitios y nemeos). Los Juegos Olímpicos eran tan importantes que muchos griegos remontan sus cálculos históricos a la Primera Olimpiada (el periodo de cuatro años entre la celebración de los Juegos Olímpicos) celebrada en el año 776 a.C. Relacionada con la religión, en origen al menos, estaba la Liga de Anfictionía, organización de tribus helenas que se creó para la protección y administración de los santuarios.


De la democracia a la monarquía

Las ciudades-estado se unificaron en cierta medida. Entre los siglos VIII y VI a.C., Atenas y Esparta se habían convertido en las dos ciudades hegemónicas de Grecia. Cada uno de estos grandes estados absorbió a sus débiles vecinos en una liga o confederación dirigida bajo su control. Esparta, estado militarizado y aristocrático, estableció su poder a base de conquistas y gobernó sus estados súbditos con un control muy estricto. La unificación del Ática, por el contrario, se realizó de forma pacífica y de mutuo acuerdo bajo la dirección de Atenas; se otorgó la ciudadanía ateniense a los habitantes de las pequeñas ciudades. Los nobles, o eupátridas, abolieron en el 638 a.C. la monarquía hereditaria y gobernaron Atenas hasta mediados del siglo VI a.C. Los eupátridas retuvieron autoridad plena gracias a su poder supremo para disponer de la justicia, a menudo de forma arbitraria. En el 621 a.C. el político Dracón (finales del siglo VII a.C.) codificó la ley ateniense, por la que el poder judicial de los nobles quedaba limitado. Un segundo revés para el poder hereditario de los eupátridas fue el código del político y legislador ateniense Solón de 594 a.C., que no era sino una reforma del código draconiano y que otorgaba la ciudadanía a las clases bajas. Durante el brillante y prudente mando del tirano Pisístrato, las formas de gobierno empezaron a adoptar elementos democráticos. Hipias e Hiparco, hijos de Pisístrato, heredaron el poder de su padre pero fueron más déspotas. Hipias, que murió después que su hermano, fue expulsado por una insurrección popular en el 510 a.C. Durante el consiguiente conflicto político, los partidarios de la democracia obtuvieron, bajo el mando del político Clístenes de Sición, la victoria total y, alrededor del 502 a.C., comenzaba una nueva etapa política, basada en principios democráticos. El comienzo del gobierno democrático supuso el más brillante periodo de la historia de Atenas. Florecieron el comercio y la agricultura. Más aún, el centro de las artes y la cultura intelectual, que entonces estaba en las ciudades de la costa de Asia Menor, pronto se trasladó a Atenas.

Las Guerras Médicas

Creso, rey de Lidia, conquistó las colonias griegas de Asia Menor en el 560 a.C., en la primera parte de su reinado (560 a.C.-546 a.C.). Creso fue un gobernador moderado, respetuoso con los helenos y aliado de Esparta; el gobierno lidio estimuló la vida económica, política e intelectual de las colonias. En el 546 a.C., Creso fue expulsado del trono por Ciro II el Grande, rey de Persia. A excepción de la isla de Samos, que se defendió con tenacidad, las ciudades griegas de Asia y las islas costeras pasaron a formar parte del Imperio persa.

En el 499 a.C., Jonia, ayudada por Atenas y Eretria, se volvió contra Persia. Los rebeldes tuvieron éxito, en principio, y el rey Darío I el Grande de Persia juró vengarse. Sofocó la revuelta en el 493 a.C. y, tras saquear Mileto, restableció su control absoluto sobre Jonia. Un año después, Mardonio, yerno del rey, condujo una gran flota persa para conquistar Grecia, pero casi todas sus naves fueron hundidas en el cabo de Athos. Al mismo tiempo, Darío envió emisarios a Grecia para pedir muestras de sumisión a todas las ciudades-estado. Aunque la mayoría de los pequeños reinos consintieron, Esparta y Atenas se negaron y mataron a los emisarios persas en señal de desafío. Darío, encolerizado por tal ofensa, así como por la pérdida de su flota, preparó una segunda expedición que partió en el 490 a.C. Después de destruir Eretria, el ejército persa avanzó hacia la llanura de Maratón, cerca de Atenas. Los dirigentes atenienses pidieron ayuda a Esparta, pero el mensaje llegó durante la celebración de un festival religioso que prohibía a los espartanos abandonar la ciudad. Sin embargo, el ejército ateniense, bajo el mando de Milcíades el Joven, obtuvo una increíble victoria sobre una fuerza persa tres veces mayor que la suya.



Inmediatamente Darío dispuso una tercera expedición; su hijo, Jerjes I, quien le sucedió en el 486 a.C., reunió uno de los mayores ejércitos de toda la época antigua. En el 481 a.C., los persas cruzaron sobre un puente de naves el estrecho del Helesponto y marcharon en dirección al sur. La primera batalla tuvo lugar en el paso de las Termópilas, en el 480 a.C., donde el rey espartano Leónidas I y varios miles de soldados defendieron heroicamente el estrecho paso. Un traidor griego condujo a los persas a otro paso que permitía a los invasores acceder al primero por la retaguardia espartana. Leónidas permitió a la mayoría de sus hombres retirarse, pero él y una fuerza de 300 espartanos y 700 téspidas resistieron hasta el final y fueron aniquilados. Los persas marcharon entonces sobre Atenas e incendiaron la ciudad abandonada. Mientras, la flota persa persiguió a la griega hasta Salamina, isla situada en el golfo de Egina (anteriormente denominado golfo Sarónico), cerca de Atenas. En la contienda naval que siguió, menos de 400 barcos griegos, al mando del político y general ateniense Temístocles, derrotaron a 1.200 embarcaciones persas. Jerjes I, que había presenciado la batalla desde su trono de oro en una colina sobre el puerto de Salamina, huyó a Asia. Al año siguiente, 479 a.C., el resto de las fuerzas persas fueron destruidas en Platea y los invasores fueron expulsados definitivamente.


Hegemonía de Atenas

Como resultado de su brillante liderazgo durante las guerras médicas, Atenas se convirtió en el estado más influyente de Grecia. Más aún, las guerras demostraron la creciente importancia de su poder naval, especialmente tras la batalla de Salamina. Esparta, hasta entonces el mayor poder militar de Grecia, perdió su prestigio en favor de la flota ateniense. En el 478 a.C., un gran número de estados griegos formaron una alianza voluntaria, la Liga de Delos, para expulsar a los persas de las ciudades griegas de Asia Menor. Atenas encabezó la alianza. Las victorias de la Liga, al mando del general Cimón, liberaron las costas de Asia Menor del dominio persa. No obstante, Atenas extendió su poder sobre otros miembros de la Liga de tal manera que, más que en sus aliados, se convirtieron en sus súbditos. Los atenienses exigieron un tributo a sus antiguos confederados y cuando Naxos intentó retirarse de la Liga, las fuerzas atenienses arrasaron la ciudad.

El periodo de hegemonía ateniense durante el siglo V a.C. es denominado como la ‘Edad de Oro de Atenas’. Bajo el mando de Pericles, la ciudad alcanzó su máximo esplendor. La Constitución, reformada hacia una democracia interna, contenía cláusulas tales como el pago por los servicios del jurado, lo que permitía a los ciudadanos más pobres ser parte de tal institución. Pericles se propuso hacer de Atenas la ciudad más bella del mundo. Se construyeron el Partenón, el Erecteion y otros grandes edificios. El teatro griego alcanzó su máxima expresión con las obras trágicas de hombres como Esquilo, Sófocles y Eurípides, y el autor de comedias Aristófanes. Tucídides y Heródoto fueron famosos historiadores, y el filósofo Sócrates fue otra figura de la Atenas de Pericles quien hizo de la ciudad un centro artístico y cultural sin rival.


Guerra del Peloponeso

A pesar de la excelente situación interna de la ciudad, la política exterior de Atenas no era buena. Surgieron fricciones entre los descontentos miembros de la Liga de Delos, supervisada por Atenas; Esparta además envidiaba tal esplendor. Desde el 550 a.C. se había fundado otra liga entre las ciudades del Peloponeso dominada por Esparta. Esta Liga del Peloponeso empezó a oponerse a Atenas activamente. En el 431 a.C., se produjo el enfrentamiento entre Atenas y Esparta con motivo de la ayuda ateniense a Corcyra (hoy Corfú) durante la disputa que ésta mantenía con Corinto, aliado de Esparta. La guerra del Peloponeso, sostenida entre las dos grandes confederaciones, duró hasta el 404 a.C. y concluyó con el establecimiento de la hegemonía espartana sobre Grecia. Al final de la guerra, Esparta promovió la oligarquía llamada de los Treinta Tiranos para gobernar Atenas. Se crearon similares cuerpos regentes en las ciudades e islas de Asia Menor. Pronto el dominio espartano se mostró más duro y opresivo que el de Atenas. En el 403 a.C., los atenienses, bajo Trasíbulo, se sublevaron y expulsaron a la guarnición espartana que había apoyado a los oligarcas, y restauraron la democracia y la independencia. Otras ciudades griegas también se rebelaron contra la hegemonía espartana.


Nuevas alianzas

Los estados griegos empezaron a buscar por separado la ayuda de su tradicional enemigo, Persia. En el 399 a.C., los ejércitos persas saquearon la costa de Asia Menor, provocando que Esparta enviara un ejército. Aunque éste tuvo cierto éxito, se vio obligado a regresar en el 395 a.C. para hacer frente a la coalición de Argos, Atenas, Corinto y Tebas. El conflicto que siguió, las Guerras Corintias, continuó por medio de pequeñas contiendas y escaramuzas hasta el 387 a.C., cuando Esparta, aliada de Persia, impuso la Paz de Antálcidas sobre sus discrepantes estados súbditos. Según las condiciones del asentamiento persa-lacedemonio, se cedía toda la costa oeste de Asia Menor a Persia y se otorgaba la autonomía a las ciudades-estado de Grecia. A pesar del acuerdo, Esparta invadió Tebas en el 382 a.C. y tomó la ciudad de Olinto, al norte. El general de Tebas Pelópidas, respaldado por Atenas, dirigió tres años después un levantamiento que expulsó a las fuerzas de ocupación espartanas. La guerra entre Esparta y Atenas, aliada con Tebas, continuó y llegó a su fin con la batalla de Leuctra, en el 371 a.C., en la que los tebanos, al mando de Epaminondas, derrotaron por completo a sus enemigos y pusieron fin definitivamente a la dominación espartana. Tebas, en virtud de su victoria, se convirtió en el primer estado de Grecia, e inauguró un periodo de malestar civil y miseria económica resultado de las luchas previas. Atenas, en concreto, se negó a someterse a la supremacía de Tebas y, en el 369 a.C., se alió con Esparta. Para mayor inseguridad, la hegemonía de Tebas dependía principalmente de la brillante regencia de Epaminondas y cuando éste murió, en la batalla de Mantinea (362 a.C.), Tebas se vio privada de su breve hegemonía.


Supremacía de Macedonia

Durante este periodo de luchas por la hegemonía en Grecia, Macedonia, al norte de Tesalia, comenzaba su política de expansión. Filipo II, rey de Macedonia en el 359 a.C., gran admirador de la civilización griega, era consciente de su gran debilidad y la falta de unidad política macedonia. Inmediatamente después de subir al trono, Filipo anexionó las colonias del sur de Grecia, en la costa de Macedonia y Tracia, y se propuso convertirse en el dueño de la península. Su astucia en las artes políticas y el apoyo de las fuerzas macedonias contribuyeron al logro de sus ambiciones, a pesar de la oposición de muchos políticos griegos, liderados por el ateniense Demóstenes. En el 338 a.C. Filipo era lo suficientemente poderoso como para convocar un congreso de todos los estados griegos, en el que reconocieron la superioridad de Macedonia en la península y nombraron a Filipo comandante en jefe de las fuerzas griegas. Un año después, un segundo congreso declaraba la guerra a Persia, su enemigo tradicional. Filipo empezó a preparar la campaña en Asia, pero fue asesinado en el 336 a.C. Su hijo, Alejandro III el Magno, de veinte años, se convirtió en su sucesor.

En el 334 a.C., Alejandro se dispuso a invadir Persia. Durante los siguientes diez años, sus conquistas propagaron la influencia, cultura y lengua griegas por el imperio de Macedonia, que se extendía hasta el norte de India y hasta Egipto. Al morir Alejandro en el 323 a.C., la cultura griega se había extendido por la mayor parte del antiguo mundo.


Periodo helenístico

Cuando Alejandro murió, los generales macedonios iniciaron entre ellos el reparto de su vasto imperio. Los desacuerdos surgidos por esta división provocaron una serie de guerras entre los años 322 a.C. y 275 a.C., muchas de las cuales tuvieron lugar en Grecia. Por ello, una de las características de este periodo que abarca desde la muerte de Alejandro hasta la conversión de Grecia en provincia romana en el 146 a.C., fue el deterioro como entidades políticas de las ciudades-estado griegas, además del progresivo declive de la independencia política en conjunto.

No obstante, el periodo helenístico estuvo marcado por el triunfo de Grecia como fuente de cultura y, como resultado de las conquistas de Alejandro, se adoptó su estilo de vida en todo el mundo antiguo.



Los diádocos

De los reinos establecidos por los generales de Alejandro, llamados ‘diádocos’ (en griego, diadochos, ‘sucesor’), los más importantes eran los de Siria, bajo la dinastía Seléucida, y Egipto, bajo la Tolemaica. La capital del Egipto tolemaico, Alejandría, fundada por Alejandro en el 332 a.C., se convirtió en foco de rivalidades culturales, a veces superando la importancia de Atenas en ese campo. Cada rincón del mundo heleno se dedicó al cultivo de las artes y las actividades intelectuales. Algunos sabios, como los matemáticos Euclides y Arquímedes, los filósofos Epicuro y Zenón de Citio y los poetas Apolonio de Rodas y Teócrito, pertenecen a esta época.

En el 290 a.C., las ciudades-estado de Grecia Central se unieron en la Liga Etolia, una poderosa confederación militar que había sido inicialmente organizada bajo el reinado de Filipo II por las ciudades de Etolia para su mutua protección. Una segunda organización de similares características, la Liga Aquea, se convirtió en el 280 a.C. en la confederación suprema de las ciudades al norte del Peloponeso. Más tarde se unieron otras ciudades. Sendas alianzas estaban destinadas a proteger al resto de los estados griegos del dominio del reino de Macedonia. La Liga Aquea se hizo mucho más poderosa que su rival e intentó conseguir el control de toda Grecia. Encabezada por el general y político Arato de Sición, inició un conflicto con Esparta que no se había aliado con ninguna de las dos. La Liga fue inicialmente vencida, pero, contradiciendo su primera intención, pidió ayuda militar a Macedonia; la Liga consiguió vencer entonces a Esparta, pero a costa de caer bajo el dominio de Macedonia.


Dominación romana

En el 215 a.C. Roma empezó a interferir en los asuntos de Grecia. Filipo V de Macedonia se alió con Cartago contra Roma, pero los romanos, con el apoyo de la Liga Etolia, vencieron a las fuerzas macedonias en el 206 a.C., y consiguieron importantes posiciones en Grecia. Roma, apoyada por ambas ligas, derrotó nuevamente a Filipo V en el 197 a.C. en la batalla de Cinoscéfalos, y Macedonia, totalmente sometida, aceptó pactar la paz con Roma y reconocer la independencia de los estados griegos, los cuales, sin embargo, sólo cambiaron un dominador por otro. En un último intento desesperado por liberarse, los miembros de la Liga Aquea resistieron a las demandas de Roma en el 149 a.C. Hubo una nueva guerra que terminó con la destrucción de Corinto a manos de las legiones romanas en el 146 a.C. Las Ligas Etolia y Aquea fueron disueltas y Grecia fue anexionada en su totalidad por Roma, que creó la provincia romana de Macedonia, cuyo procónsul extendía su autoridad al resto de Grecia. Sólo Atenas, Esparta y Delfos escaparon a esta situación, convirtiéndose en ciudades federadas.


Grecia romana

Durante los sesenta años posteriores al 146 a.C., Roma administró Grecia. En el 88 a.C., cuando Mitrídates VI Eupátor, rey del Ponto, empezó su campaña para conquistar los territorios controlados por los romanos, se encontró con que muchas ciudades griegas apoyaban a un monarca asiático que les había prometido ayudarles a recuperar su independencia. Las legiones romanas, bajo el mando de Lucio Cornelio Sila expulsaron a Mitrídates de Grecia y sofocaron la rebelión saqueando Atenas, en el 86 a.C., y Tebas un año después. Roma castigó duramente a las ciudades rebeldes y las campañas realizadas en suelo griego dejaron el centro de Grecia en ruinas. Atenas seguía siendo foco intelectual y de la filosofía, pero su comercio prácticamente desapareció. En el 22 a.C., el primer emperador romano, Augusto, separó Grecia de Macedonia e hizo de la primera la provincia de Aquea.


Recuperación griega

El renacimiento griego tuvo lugar bajo el Imperio romano, durante los primeros siglos de la era cristiana y en especial durante el reinado del emperador Publio Elio Adriano. Junto a su contemporáneo, el cónsul Tiberio Claudio Herodes Ático, Adriano embelleció Atenas y restauró muchas de las ciudades en ruinas. Pero a mediados del siglo III d.C., los pueblos germánicos pudieron comprobar este renacimiento y en 267-268 invadieron la península, conquistaron Atenas y destruyeron las ciudades de Argos, Corinto y Esparta.

A partir del 395, el Imperio romano quedó dividido en el Imperio romano de Occidente y el Imperio romano de Oriente o Bizantino, que comprendía toda Grecia y la región del Egeo y se caracterizaba por el sincretismo de la cultura helénica, influencias orientales del Oriente Próximo y cristianismo. Grecia se transformó en una provincia abandonada y oscura. Desde el siglo VI hasta el VIII, sucesivas invasiones de visigodos, ostrogodos, hunos, eslavos y ávaros procedentes del norte ocuparon la península, en especial Iliria y Tracia.


Ducado de Atenas

En el siglo XIII, la cuarta Cruzada interrumpió el progreso del Imperio bizantino. Constantinopla (hoy Estambul) cayó en manos de los cruzados en el año 1204, y sus conquistadores, tras saquear la capital, establecieron el Imperio Latino. Dividieron la península de Grecia en principados territoriales feudales, entre los que destacaban el ducado de Atenas. El Imperio Latino cayó en 1261 con la reconquista de Constantinopla por el emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo. Durante los siguientes dos siglos, el ducado de Atenas estuvo controlado sucesivamente por franceses, españoles e italianos. El tribunal de Atenas era uno de los más brillantes de la Europa del siglo XIV.


Ocupación otomana

En 1453, Mehmet II el Conquistador, sultán del Imperio otomano, conquistó Constantinopla y dirigió su atención hacia el Peloponeso y el Ática; en el 1460 ambos territorios habían sido anexionados al Imperio otomano.

Durante los dos siglos posteriores, los turcos expulsaron a venecianos y demás potencias extranjeras de los restantes enclaves que éstos mantenían en la costa de Grecia y sus islas. Este proceso terminó con la incorporación turca de Creta en 1691. Durante un breve periodo (1699-1718), la República de Venecia retomó su control sobre el Peloponeso, pero el resto de Grecia permaneció bajo el dominio otomano hasta el siglo XIX.

El dominio turco llegó a ser corrupto e incluso cruel. Sin embargo, los griegos tenían una posición relativamente privilegiada dentro del Imperio. El patriarca de Constantinopla era la cabeza espiritual de la Iglesia ortodoxa. Muchos fanariotas —llamados así por el nombre del barrio homónimo en Constantinopla— tuvieron puestos de influencia como administradores otomanos y consejeros políticos.


Nacimiento del nacionalismo

En el último cuarto del siglo XVIII, comenzó a surgir el nacionalismo griego, sentimiento apoyado considerablemente por Rusia, que incitó a la insurrección a los cristianos ortodoxos griegos, correligionarios suyos. En 1770, el conde ruso Alexéi Grigórievich Orlov dirigió una flota a las costas del Peloponeso y encabezó sin éxito una revuelta contra los turcos. Más tarde, la Revolución Francesa influyó en los nacionalistas griegos, que empezaron a preparar un movimiento independentista. El renacimiento literario acompañó la expansión del nacionalismo. Una poderosa sociedad secreta, la Philiké Hetairía (Asociación Amistosa), fundada en 1814 para preparar la incipiente revolución, recaudó fondos y armamento por medio de sus centros en los Balcanes y las regiones del Mediterráneo oriental. En 1821, Alejandro Ypsilantis, antiguo ayudante de campo del zar ruso Alejandro I y máximo dirigente de la Hetairía, entró en Jassy, capital de Moldavia (entonces territorio turco) con un pequeño ejército y proclamó la independencia de Grecia. Unos meses después, la revuelta terminó en desastre, puesto que el zar se negó a apoyar el movimiento revolucionario. Durante la rebelión de Ypsilantis, todo el Peloponeso se alzó bajo la dirección de Germanos, arzobispo de Patras.


Independencia

En la primera etapa (1821-1824) de la guerra de la Independencia griega (1821-1829), los griegos lucharon prácticamente solos, ayudados tan sólo con dinero y voluntarios procedentes de otros países europeos, donde la causa griega había ganado muchas simpatías. Entre los dirigentes griegos se encontraban Marcos Bozzaris, Theodoros Colocotronis, Alexandros Mavrocordato y Andreas Vókos Miaulis. Mahmud II, sultán del Imperio otomano, pidió en 1824 ayuda a Mehmet Alí, virrey de Egipto, que accedió a cambio del control sobre Creta y otras posesiones turcas si ponía fin a la rebelión. Las tropas egipcias se dirigieron al Peloponeso y, en 1826, todo el sur de la península estaba en sus manos. El conflicto de facciones entre sus líderes debilitó a los griegos tanto política como militarmente. En 1827, y por un tiempo, la reconciliación entre ellos posibilitó la aprobación por la Asamblea Nacional de una nueva Constitución republicana y el nombramiento del conde Juan Capo d'Istria como primer presidente de la República de Grecia. Las diferencias entre partidos reaparecieron tras esa breve tregua.

Acrópolis (del griego, akros, ‘grande’; polis, ‘ciudad’), fortificación elevada de la antigua Grecia, bien fuera de carácter natural o bien fuera una ciudadela. Inicialmente un lugar de refugio, la acrópolis típica era construida en una colina o promontorio que se elevaba sobre la región circundante. Debido a la protección conseguida, la zona adyacente a la base de la colina era frecuentemente el emplazamiento de la ciudad. Entre las acrópolis de mayor renombre destacan la acrópolis por excelencia, es decir, la de Atenas, Acrocorinto en Corinto y Cadmea en Tebas. En ciertas ciudades se levantaban muros más bajos, cuando la acrópolis ya no era útil como bastión militar, y se utilizaban como emplazamiento para templos y edificios públicos como el erario. A la ciudadela de la antigua Atenas se la denomina tradicionalmente la Acrópolis. Construida en una colina de piedra caliza aproximadamente a 150 metros de altura, domina la ciudad y guarda los restos de algunas de las muestras más admirables existentes de la arquitectura clásica, tales como el templo dórico llamado Partenón; los Propileos, un enorme pórtico de mármol en el oeste y entrada principal a la Acrópolis; el Erecteion, un templo famoso por sus excepcionales detalles jónicos y por su pórtico de cariátides, y el templo de Atenea Niké. Estas obras maestras fueron construidas en la Edad de Oro ateniense durante el reinado de Pericles en el siglo V a.C. Dañados y descuidados, algunos edificios fueron restaurados gradualmente después de establecerse la monarquía griega en 1833.
El paleolítico inferior cubre un vasto periodo que se inicia con los primeros útiles líticos reconocibles hallados en yacimientos de Etiopía, fechados hace unos 2,5 millones de años.
No obstante, los primeros seres humanos debieron haber usado útiles mucho antes de esa fecha. Los que fueron fabricados con materiales orgánicos se han desintegrado y los de piedra sin trabajar son irreconocibles como instrumentos. Los útiles tallados a partir de piedras son los únicos que permiten ser reconocidos como tales
El paleolítico inferior comenzó en Europa a inicios del cuaternario y finalizó con la aparición del hombre de Neandertal hace 120.000 años.


El paleolítico medio es un periodo mal definido que comenzó en distintas fechas según las zonas. Está identificado con el llamado tecnocomplejo musteriense (nombre derivado del abrigo rocoso de Le Moustier, al suroeste de Francia), que se extendió desde hace 180.000 hasta hace 40.000 años, y coincidió ampliamente con la presencia de los neandertales.
Este periodo es denominado en África edad media de piedra y abarca desde hace 150.000 años hasta hace 30.000 años.

El paleolítico superior europeo corresponde ya a la presencia del hombre moderno y está asociado a una amplia variedad de útiles de piedra, hueso, cornamenta y marfil, incluidos propulsores, arpones y agujas.


A lo largo de todo el paleolítico el hombre fue cazador y recolector aunque también se dedicó a la pesca. De hecho, durante la mayor parte del paleolítico inferior los primeros seres humanos (Australopithecus, Homo habilis y Homo erectus) fueron probablemente más carroñeros que cazadores
Fue en el paleolítico medio y superior cuando se realizaron actividades de caza propiamente dicha, efectuadas con medios más apropiados y en batidas comunales.
Los grupos humanos del paleolítico parecen haber sido extremadamente nómadas, desplazándose según las estaciones siguiendo a las grandes manadas
En el paleolítico medio y superior se ocuparon de forma más intensa las cuevas y los abrigos rocosos, pero el hombre continuó viviendo al aire libre. En el paleolítico inferior se construyeron algunos refugios rudimentarios, como los de las dunas de Terra Amata (Niza, sur de Francia), pero en el paleolítico superior hay testimonios de ligeros entoldados y, en Europa central y oriental, de sofisticadas cabañas hechas con cientos de huesos de mamuts.

Fuego
En principio fue utilizado probablemente como medio de iluminación, de calefacción y de protección contra animales salvajes, pero con el paso del tiempo se emplearía también para cocinar alimentos.
En el paleolítico superior se utilizó para calentar los bloques de piedras a fin de facilitar su trabajo, para alterar el color de los pigmentos minerales y en algunas zonas, como Moravia y Japón, para cocer figurillas de arcilla. Los grupos humanos del paleolítico medio practicaron ya con toda probabilidad la navegación.

El primer testimonio claro de prácticas funerarias corresponde al paleolítico medio.
Sería en el paleolítico superior cuando los enterramientos se hicieron cada vez más complejos (la cremación)

El periodo de transición (mesolítico) entre el final de la glaciación y el inicio del neolítico, constituyó una especie de hiato en el registro arqueológico llevado a cabo en el siglo XIX. Con el paso del tiempo se acuñó el término 'mesolítico' (edad de la piedra media) para denominar este periodo de transición en Europa.
Por lo general los grupos mesolíticos siguieron siendo cazadores-recolectores, como sus predecesores, pero pasaron a cazar otras especies de animales muy diferentes (como el ciervo rojo y el cerdo en vez del reno) debido al cambio del clima, que tras la glaciación se hizo más templado.
Éstos no se utilizarían solamente como puntas de flecha sino también como elementos de instrumentos más complejos, uniendo las puntas, con resina, a mangos de madera o astas de animales, que se emplearían como hoces u otros tipos de aperos para la recolección. También se emplearon hachas de piedra o azuelas para el trabajo de la madera


El neolítico ha estado tradicionalmente asociado a los orígenes de la agricultura, a la vida sedentaria y al uso de la cerámica y de instrumentos de piedra pulimentada.
En el neolítico se produjo la aparición de los primeros poblados con casas edificadas con diferentes materiales, en diferentes partes del mundo
La cerámica, producto del desarrollo natural de pueblos sedentarios, fue ampliamente utilizada. El cultivo de cereal y la domesticación de animales, como vacas, ovejas, cabras y cerdos, fueron resultado no de un brillante descubrimiento, sino de la necesidad causada por la presión demográfica. La minería también hizo su aparición en el neolítico.

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